lunes, 6 de febrero de 2017

Aspectos Económicos del Patrimonio Cultural II

 

 

Del bien al recurso cultural

Los bienes culturales no son intercambiables y se constituyen como recursos no renovables, como algunos recursos naturales.

El recurso es un elemento disponible para resolver una necesidad.  El bien cultural se convierte en recurso cultural cuando pasa a estar disponible para el consumo público.

Pensar los bienes patrimoniales como recurso,  implica definir su grado de disponibilidad.   La forma de acrecentamiento del acervo cultural es promover el flujo de los bienes culturales a disponibilidad luego de haber sido rescatados, restaurados o puestos en valor a través de una actividad productiva.  Las acciones estructurales de rehabilitación, reasignación de usos, como las acciones no estructurales de difusión, comunicación y promoción de los valores mencionados, son las que colaborarán en el proceso de transformación del bien a recurso.

Transformado en recurso, el patrimonio adquiere carácter de activo económico.  Justamente la expresión “Puesta en Valor” se trata de eso, reasignar un valor al patrimonio,  convertirlo en recurso.  De esta manera, es susceptible de ser explotado económicamente y se abren las posibilidades de generación de ingresos, creadas a partir de las oportunidades brindadas por la intervención. 

La generación de ingresos es también obtener beneficios económicos como la reducción de gastos en alquiler, mantenimiento, transporte, que puede generarse a partir de una intervención inteligente y responsable de estos recursos.  Los límites se dibujan en la preservación de la autenticidad del bien y la conservación de sus valores intrínsecos materiales.  Otra explotación es la que se da a través de la diferencia competitiva que genera al asociar el contenido simbólico del patrimonio (en general de prestigio, permanencia, confiabilidad, etc.) con la empresa que lo explota como marca de distinción[1].

 
Gestión del recurso


La forma de explotación del recurso cultural así como los límites que se establezcan para su preservación dependerán estrechamente de la valorización que se haga del bien. 

En el caso de nuestros edificios de valor patrimonial, un valor de existencia alto orientará la intervención hacia la conservación estricta sin tener en cuenta las necesidades de confort, uso y seguridad.  Un valor de uso alto admite caer en la destrucción de los elementos esenciales del edificio, en pos de la búsqueda de adaptación del mismo a las nuevas funciones.  Un alto valor de creatividad puede enfocar demasiado en la moda del momento y desdibujar los valores intrínsecos del bien, despojando de sentido al edificio.

Una adecuada valoración que combine las tres visiones logrará una intervención más exitosa. La sustentabilidad económica de la explotación del recurso cultural se basa justamente en la relación equilibrada entre la explotación y conservación del bien.

 

Mundialmente las políticas de protección[2] del patrimonio conceden ventajas tributarias para propiciar el manejo privado de los recursos culturales, independientemente de la propiedad de los mismos.  Esto permitiría en principio, una inversión más eficiente, quedando el cuidado del patrimonio bajo una regulación y supervisión pública mediante las leyes y políticas de protección.

Si bien esta es una manera de diferir el gasto público, [3] resulta en el éxito de una gestión[4] que también puede caer en algunas ineficiencias.  La sobreexplotación, la aplicación de tecnologías atrasadas y personal no calificado, el consumo excluyente que impide el consumo público, la separación del bien de su entorno que impide la externalidad del consumo conjunto son algunas de ellas.

Por otro lado, tanto en la gestión pública como en la privada existen restricciones presupuestarias;  frente a ellas,  los programas de financiamiento deberían privilegiar bienes de distintos períodos y culturas.[5]

La gestión tiene un instrumento importante en la incorporación de la educación como generadora de interés en la conservación del patrimonio.  Constituye un elemento significativo al influir en la mayor apreciación del legado físico del pasado, el respeto en el uso presente y la construcción acumulativa del bien futuro.  Las herramientas son la comunicación clara y precisa, la accesibilidad de la información adecuada y la incorporación de elementos de apropiación del patrimonio cultural en los programas de manejo, gestión y mantenimiento.

 

Conclusión

La necesidad de conservar el patrimonio edificado implica la necesidad de fundamentar la inversión en las tareas de rescate, rehabilitación y restauración; como también en programas de manejo y mantenimiento continuo.

“El desafío consiste en considerar el patrimonio como un campo de creatividad económica y social, de tal manera que sea tomado en cuenta como relevante para nuestro desarrollo económico y no como una inversión marginal.[6] 


El patrimonio es un concepto en constante cambio, así como sus valores, que son mensurados según la dimensión desde la que se aborde el juicio.

Amalgamar las diferentes visiones y expresar claramente los intereses y los objetivos de las intervenciones sobre los edificios de valor patrimonial, puede resultar en acciones exitosas de transformación de la apreciación de éstos como bien cultural a su explotación como recurso.

Las inversiones y los beneficios consecuentes de estas intervenciones pueden perpetuarse si el manejo de recurso se realiza en acuerdo con la preservación de los valores esenciales del bien, gestionando el manejo del recurso dentro de su esfera de sustentabilidad.


La propuesta a trabajar es organizar un conjunto de bienes con valor histórico-artístico para transformarlos en un activo de gran valor económico para nuestra cultura.

La tendencia internacional de reconocer que el patrimonio puede constituirse como un recurso beneficioso para el desarrollo, implica que el camino de promover las acciones de recuperación, al generar una mayor apreciación del patrimonio,  intensificará el  interés de realizar las inversiones adecuadas para su puesta en valor y que esto redundará en extender la dimensión física de ocupación y uso,  aprovechando la oportunidad económica y las posibilidades de rentabilidad positiva, a la vez que se atesoran los valores socioculturales, incrementando el prestigio asociado al bien.



[1] Un ejemplo muy interesante son las acciones de marketing y RSE desarrolladas por la aseguradora La Caixa, a través de su fundación, en relación a las actividades de rescate y rehabilitación de edificios históricos.
[2] En la ciudad de Bs. As,  se concede la reducción de impuestos municipales a actores privados que intervengan en edificios de valor patrimonial.
[3] Al respecto, Donald Sassoon dice “…El régimen fiscal permite a las empresas y a los ciudadanos donar fondos a entidades culturales y obtener reducciones fiscales,  lo cual no deja de ser una subvención estatal aunque se canalice a través de manos privadas…” Entrevista Público.es “Una ley de mecenazgo como la de E.E.U.U. no es posible en Europa”, Madrid, 2012.
[4] Un ejemplo de gestión privada exitoso lo constituyen los museos en EEUU (más del 40% en manos privadas), que se apoyan en la fuerte costumbre anglosajona de voluntariado cuyo número supera a del personal empleado.  Los directorios de los museos son Trustees, que desempeñan su función ad honorem, por su compromiso con el patrimonio y su posición de prestigio.  Los ingresos surgen del aporte de los socios, aporte de donaciones privadas[4] y subsidios públicos en mínima parte.
[5] Aquí se hace indispensable el contar con un registro adecuado y una coincidente jerarquización de los bienes del acervo cultural.
[6] Xavier Greffe en “La economía política del patrimonio cultural en tiempo del desarrollo sostenible”Wale’Keru- Revista de investigación en cultura y desarrollo, N°2, pg 18
 
 
 
 
 


 

martes, 19 de abril de 2016


Aspectos económicos

del Patrimonio Cultural I

 
Desde las primeras prácticas y tratados renacentistas sobre el redescubrimiento de monumentos clásicos,  los inventarios y ordenanzas de protección de monumentos de la revolución francesa y entre los vaivenes de las polémicas restauraciones estilísticas de Viollet Le Duc y los principios románticos de conservación de Ruskin, fueron forjándose las teorías y conceptos vinculados a la disciplina de la Conservación y con ellas la noción de Patrimonio. 
Las tendencias actuales, derivadas del restauro científico de Cesare Brandi y los tratados internacionales,  aún conllevan fuertes contradicciones que manifiestan la complejidad teórica del tema.  Hoy se acepta que el patrimonio es un concepto cambiante en tanto es una construcción de la sociedad y varía junto con los cambios en sus paradigmas[1].


En 1972, La Convención de la UNESCO define los bienes culturales a partir de la enumeración de monumentos, objetos artísticos, arqueológicos, etc. que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia.
El Patrimonio cultural tiene un aspecto material, con dimensiones física (el soporte mismo) y mecánica  (las relaciones entre objetos y su entorno).  Lo que diferencia al bien cultural es su dimensión inmaterial,  que puede estudiarse desde el punto de vista cultural, político o económico. [2]



 


  
La valoración

El Patrimonio es definido por la Real Academia como hacienda, conjunto de bienes.  En cuanto se habla de patrimonio nacional, aparece la noción de valor[3].

Uno de los aspectos económicos esenciales del patrimonio cultural es su valor.  El valor económico es el valor dado por el precio de transacción o de mercado.  En general aquí sólo se mide el valor del aspecto físico del bien.

Desde la dimensión cultural, existe un valor sociocultural que confiere una identidad determinada a un pueblo, comunidad o país y expresa su forma particular de ser y de hacer.  Por este valor sociocultural (artístico, histórico, etc.) es que el bien cultural es preservado.
El plus de significación y esa carga de memoria intrínsecos de los bienes culturales hace que el valor de su componente física se acreciente.  El medir esa diferencia de valor es el tema en cuestión.

La valoración de este plus mencionado puede hacerse desde varias ópticas[4]:

Valor de existencia
 el valor de existencia se vincula estrechamente con el valor de simbología, de recuerdo, que transmite una experiencia común del pasado.  El patrimonio es un bien colectivo bajo esta visión.  Es estático, delimitado por expertos y aceptado por la sociedad.

Valor de uso,
la sumatoria de las experiencias individuos (visitas, divertimento, aprendizaje) que están dispuestos a una propuesta de pago.  Es dinámico y cambiante. Ej. Turismo cultural.

El valor de uso está relacionado al consumo de los bienes culturales en el presente.  Éste se da como goce del bien;  uso para investigación científica o artística; insumo para la educación y cultura.  Pueden darse externalidades económicas positivas cuando el consumo es en conjunto con otros bienes culturales afines, aumentando su valor por la sinergia del creciente interés y apreciación.

Valor de creatividad,
se trata de la capacidad colectiva de la reinterpretación, intercambio, descubrimiento e hibridación del patrimonio a partir de su reproducción mediática-web.  Que permite pasar de un movimiento vertical de imposición de lo que entra en el concepto de patrimonio a partir de la ley experta, a un esquema horizontal, donde se aporta desde diferentes lugares en simultáneo.  El patrimonio vuelve a ser un bien común y permite la construcción del futuro del bien.

 
Métodos de valoración[7] 
Los bienes patrimoniales no se cotizan en el mercado inmobiliario, sólo pueden obtenerse valores de reposición, valor del terreno, valor de la construcción.  Es decir justipreciar sólo el aspecto material en su dimensión física.
Las metodologías para calcular el valor sociocultural del patrimonio son tomadas de la disciplina ambiental, donde se utilizan para medir valores no tangibles de los recursos naturales y biodiversidad. Ninguno de los métodos de valoración aplicado por separado brinda una solución al problema de la valoración de los bienes culturales, por eso se aconseja aplicarlos complementariamente.
MDP: método de disposición a pagar.  
Mide el precio que un individuo está dispuesto a pagar por el uso o goce de un bien. (incluye el enfoque de precios hedónicos [8] y costo de viaje)
MVC: método de Valoración Contingente. 
Creación de un mercado virtual a través de encuestas que simulan alternativas, que permiten inferir las preferencias de los encuestados y valorizarlas. Ha sido aplicado ampliamente a bienes ambientales.
Plebiscitos.
En ellos se consulta sobre las propuestas de financiamiento y rankings para la adquisición, conservación y restauración de los bienes culturales.
Sustentabilidad del patrimonio cultural.
Implica también a las externalidades producidas por las decisiones económicas sobre el patrimonio cultural, tanto espacial como temporalmente, recogiendo el concepto intergeneracional. 
Es difícil reflejar los cambios de valoración por generaciones futuras, incertidumbre del proceso tecnológico, etc. en una metodología concreta.
El valor dado a partir de la oferta se relaciona con la escasez y el estado de conservación; y la demanda del bien a través de las preferencias observadas (MDP) o anunciadas (MVC, plebiscito).

 

 
 
 



 

 












[1] Según Xavier Greffe un bien pasa a ser bien cultural mediante la comunicación (alta significación), la característica de Cientificidad (alto valor histórico o científico); o lo Económico (su desaparición supondría una pérdida para la comunidad.
 


[2] Conceptos generados en “El Patrimonio Escolar Edificado en la Gestión Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires”, Tesis de maestría GAM, UBA, documento preliminar, Vanesa Bauleo Diarte
[3] Patrimonio nacional: m. Econ. Suma de los valores asignados, para un momento de tiempo, a los recursos disponibles de un país, que se utilizan para la vida económica. R.A.E.
 
[4] Aquí sigo a Xavier Greffe en “La economía política del patrimonio cultural en tiempo del desarrollo sostenible”Wale’Keru- Revista de investigación en cultura y desarrollo, N°2, pg 17-25
 
[5] Notas basadas en el artículo: “Patrimonio cultural: aspectos económicos y políticas de protección” M. Krebs y K. Schmidt-Hebbel; Perspectivas, vol.2 N°2, mayo, 1999, Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile.
 
[6] Precio hedónico: se utiliza para comparar bienes de distinto nivel de calidad.  El vocablo deviene del
hedonismo, y evalúa qué tanto placer producen las características de ese bien no tanto el producto en sí o su utilidad.

[7] Notas basadas en el artículo: “Patrimonio cultural: aspectos económicos y políticas de protección” M. Krebs y K. Schmidt-Hebbel; Perspectivas, vol.2 N°2, mayo, 1999, Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile.

[8] Precio hedónico: se utiliza para comparar bienes de distinto nivel de calidad.  El vocablo deviene del hedonismo, y evalúa qué tanto placer producen las características de ese bien no tanto el producto en sí o su utilidad.